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El efecto del estrés y las estrategias de afrontamiento frente a la Covid-19 también dependen del estado de las redes cerebrales antes de la pandemia


Un estudio ha revelado la importancia de la configuración de las redes cerebrales individuales en la capacidad para gestionar el impacto del estrés y las estrategias de afrontamiento ante la pandemia de la Covid-19. Según el trabajo, publicado en la revista Biological Psychiatry: Cognitive Neuroscience and Neuroimaging, debería tenerse en cuenta el estado de funcionalidad del cerebro —y no sólo los aspectos sociodemográficos o psicológicos— para identificar a la población más vulnerable y poder diseñar así las estrategias preventivas de salud mental frente a un factor de estrés global. El artículo, realizado en el marco del proyecto Barcelona Brain Health Initiative del Institut Guttmann y con el apoyo de la Fundación “la Caixa”, ha sido coordinado por los investigadores María Cabello-Toscano, David Bartrés-Faz y Lídia Vaqué-Alcázar, de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud y del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona (UBNeuro), y miembros del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), con la codirección de los investigadores Álvaro Pascual-Leone y Josep M. Tormos, de la Fundación Instituto Guttmann-Hospital de Neurorrehabilitación. El trabajo cuenta con financiación de la convocatoria PANDEMIAS 2020 de la Agencia de Gestión de Ayudas Universitarias y de Investigación (AGAUR) y la edición 2020 de La Marató de TV3 y Catalunya Ràdio dedicada a la Covid-19.

Conocer los factores predictores antes de la pandemia

Con una muestra de 2.023 personas de entre 40 y 65 años, el equipo analizó si los factores sociodemográficos, psicológicos y neurobiológicos antes de la pandemia podían ser factores predictores de los cambios en la salud mental que vivió la población durante el primer año de la COVID-19. “Constatamos que ser mujer representa un factor de riesgo, pero las personas más jóvenes también sufrieron más en términos de incremento en síntomas de ansiedad y depresión”, indica el catedrático David Bartrés-Faz, miembro del Departamento de Medicina de la UB e investigador principal del BBHI. Además, la aplicación de técnicas de neuroimagen permitió determinar los indicadores útiles para identificar poblaciones más vulnerables frente al efecto de un estrés prolongado. Así, las personas que tienen un funcionamiento más aislado de la red llamada “de control ejecutivo” se muestran más sensibles a efectos del estrés y, por tanto, necesitan mejores estrategias de afrontamiento para no mostrar síntomas de ansiedad o depresión. Combinar el análisis de factores psicológicos y las medidas cerebrales por neuroimagen es una estrategia innovadora en el contexto de los estudios realizados durante la pandemia de COVID-19. Otro punto de inflexión metodológico fue el seguimiento a largo plazo —durante todo un año— de una relevante muestra poblacional, y disponer de un gran volumen de información sobre aspectos de salud mental de los participantes en el trabajo durante los dos años anteriores al inicio de la pandemia. “Si no se dispone de datos previos, es difícil interpretar si los resultados obtenidos son un fiel reflejo del impacto de la COVID-19 o eran características ya observables en aquella muestra antes del inicio de la pandemia”, expone Bartrés-Faz. “Estos hallazgos apuntan en la línea de aplicar una medicina preventiva personalizada para promover la salud cerebral y reducir el riesgo de enfermedades. Así, habría que diseñar las intervenciones de forma más individualizada y tener en cuenta el conjunto de factores sociodemográficos, psicológicos, biológicos, estilos de vida y factores de riesgo de las personas, entre otros”, concluye el equipo investigador.