Actualidad
Dime cómo vives y te diré qué riesgos corres al envejecer
La calidad del sueño, la alimentación, la socialización y el consumo de tabaco o alcohol son hábitos cuya influencia en nuestra salud es conocida. ¿Pero qué ocurre cuando estas variables se combinan entre ellas? ¿Cómo afectan a la probabilidad de que desarrollemos patologías al envejecer? Un estudio publicado en la revista Frontiers in Public Health analiza por primera vez cómo 9 hábitos de vida tienden a combinarse y mantenerse agrupados sí a lo largo del tiempo en personas sanas de mediana edad, predisponiéndolas en un futuro a desarrollar unas u otras patologías en función de esa combinación. Entre otras cosas, el estudio ha identificado que un consumo elevado de alcohol suele asociarse a una mala calidad del sueño y predisponer con el tiempo al desarrollo de enfermedades psiquiátricas. Estos resultados ponen de manifiesto que las intervenciones destinadas a mejorar la salud deben enfocarse en la combinación de hábitos de vida, no en uno aislado, y centrarse también en la prevención de la potencial enfermedad a desarrollar.
La Barcelona Brain Health Initiative es un proyecto de investigación del Institut Guttmann, en colaboración con la Universitat de Barcelona y la Harvard Medical School (Boston, EEUU), que tiene como objetivo conocer y entender cómo podemos preservar la salud del cerebro a lo largo del tiempo. Para este estudio, los investigadores analizaron 9 hábitos de vida en una cohorte de más de 3.000 personas: reserva cognitiva, socialización, nutrición, alcohol, índice de masa corporal, actividad física, calidad del sueño, plan vital y tabaco. “Los estudios existentes hasta ahora se habían centrado en analizar las variables de manera individual, pero no la manera cómo éstas tienden a agruparse y cómo influyen en la salud al coexistir. Y tampoco se habían tenido en cuenta factores psicológicos como el plan vital, que está demostrado que tiene un fuerte impacto en la salud cerebral”, expone David Bartrés-Faz, Investigador Principal de la BBHI y catedrático de Psicología Médica de la facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universitat de Barcelona.
En función de cómo los hábitos de vida tienden a agruparse en los individuos, los resultados del análisis identificaron 5 perfiles de personas, basados en su estilo de vida y los potenciales riesgos asociados:
- Saludables: con buenos índices de actividad cognitiva, nutrición, actividad física, calidad del sueño, socialización y plan vital, un índice de masa corporal (IMC) dentro de la normalidad y un bajo consumo de tabaco y alcohol.
- Baja reserva cognitiva: integrado por personas con baja actividad cognitiva (pocas actividades cognitivamente estimulantes) y menores índices de socialización y plan vital, pero con mejores valores de consumo de alcohol, tabaco e IMC, en comparación con otros grupos.
- Obesogénicos: caracterizado por un IMC elevado, mala nutrición y escasa actividad física.
- Fumadores severos: presentan también menores índices de plan vital y altos niveles de colesterol e hipertensión.
- Alcohol-sueño: consumen alcohol a niveles dañinos y tienen una pobre calidad del sueño. Además, tienden a consumir tabaco y presentan bajos índices de bienestar, calidad de vida, significado vital, socialización y percepción de la salud mental y general.
Para establecer estas categorías, los investigadores han utilizado una técnica de machine learning de clasificación no supervisada, que permite “identificar asociaciones entre variables aparentemente no relacionadas entre sí y descubrir patrones ocultos en los datos”, explica Javier Solana Sánchez, Doctor en Ingeniería Biomédica y Director de Investigación del Institut Guttmann. “De esta manera, podemos segmentar un gran grupo de datos en subgrupos más manejables y específicos, lo que nos ofrece información adicional y permite hacer análisis más profundos para tomar mejores decisiones basadas en datos”, continúa.
Analizando la evolución de la salud de los integrantes de cada trayectoria, el equipo estableció asociaciones entre cada perfil y el riesgo de desarrollar diferentes patologías. En primer lugar, demostraron que la trayectoria “saludable” presenta un menor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y una mejor salud general y mental. En el perfil de IMC elevado, el riesgo más acentuado es el de multimorbilidad, lo que implica tener más de una patología crónica diagnosticada, como por ejemplo cáncer, diabetes o enfermedad renal. Por su parte, los consumidores de alcohol presentan un riesgo moderado de multimorbilidad y uno elevado de patologías psiquiátricas (principalmente, ansiedad y depresión), mientras que los grandes fumadores tienen más posibilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares, seguidas de patologías neurológicas y multimorbilidad.
Primer estudio sobre el impacto de cognición, socialización, plan vital y sueño
Mención aparte merece el perfil de baja actividad cognitiva, ya que ningún estudio anterior había explorado el impacto conjunto de la cognición, la socialización, el plan vital y el sueño. Los resultados indican que el principal riesgo de este perfil es el desarrollo de enfermedades neurológicas.
“Este estudio es especialmente relevante porque ha establecido perfiles de personas teniendo en cuenta la coexistencia de hábitos saludables y no saludables, trascendiendo la categorización binaria clásica: la gente generalmente tiene algunos hábitos buenos y otros malos, por lo que nuestra aproximación es mucho más realista y, por tanto, permite plantear soluciones adaptadas a la vida real”, indica Alba Roca, neuropsicóloga e investigadora predoctoral del estudio.
A partir de estos resultados, el equipo investigador subraya que es importante diseñar intervenciones que tengan en cuenta los hábitos de vida en conjunto. “No basta con hacer actividades cognitivamente estimulantes, sino que además se han de combinar con una mejor socialización y el desarrollo de un plan vital” –apunta Roca–. Y es especialmente importante que sean personalizadas, porque la evidencia demuestra que las intervenciones uniformes no son efectivas a la hora de promover cambios a largo plazo, ya que los hábitos de vida son persistentes por naturaleza, y enfocarlos en las posibles patologías puede mejorar la adherencia al cambio”, añade. Esto es importante a cualquier edad, ya que los estilos de vida tienen un efecto protector incluso en la gente joven, pero es “crucial durante la mediana edad, cuando empiezan a surgir los problemas de salud relacionados con el efecto acumulativo de un estilo de vida no saludable”, concluye Bartrés-Faz.